//La mujer que ondeaba la Whipala

La mujer que ondeaba la Whipala

Silvia Lazarte es una líder sindical que presidió la Asamblea Constituyente que expidió en 2008 la actual Constitución de Bolivia, en la que se incorpora un nuevo modelo de desarrollo, se define al Estado como plurinacional y se cambian las reglas del juego democrático en favor de su pueblo. Ya no de los intereses del capital.

Hasta hace poco, habría sido impensable que una mujer, indígena y cocalera tuviera la posibilidad real de presidir la institución que alumbró la Carta Fundamental de un Estado que reconoce a todos como iguales en la diferencia.

Cuando la conocí, Silvia estaba en campaña, no como candidata sino como militante del MAS (Movimiento al Socialismo) que lidera Evo Morales, y me invitó a acompañarla en uno de sus recorridos. Aprovechamos para conversar acerca de la historia reciente de su país.

El proceso histórico que vive Bolivia –con esos altibajos que tanto solazan a sus detractores– se fraguó al calor de la hoja de coca, como resultado de una serie de luchas que vienen desde siglos atrás, encabezadas por indígenas explotados, mestizos hartos del despotismo ibérico, y grupos de hombres y mujeres organizados alrededor del trabajo, de la conquista de derechos y, en definitiva, de la justicia social.

En el país del altiplano se dio uno de los primeros conatos de declaración de independencia, incluso antes que Kito y su gesta del 10 de agosto de 1809. Fue Bolivia el destino que escogió Ernesto Che Guevara para proseguir con el sueño de la revolución que en los años 60 rondaba por el continente con el mismo brío que 150 años antes lo hiciera el sueño de libertad de Simón Bolívar. Y fue, además, donde el Che fue apresado, asesinado y enterrado en una fosa común por más de 20 años.

Es aquí también donde un líder cocalero de origen indígena, Juan Evo Morales Ayma, llegó a la presidencia del país en el año 2005 con un 54% de los votos, en un hecho sin precedentes en todo el continente. Y lo hizo contra viento y marea. Mejor dicho, contra el viento del capital transnacional y la marea del racismo anquilosado en una sociedad que todavía aprende a reconocerse en el espejo. Este hecho, con aún mayor contundencia, se repitió en el año 2009, cuando fue reelegido con más del 64%. Mayoría absoluta en las urnas, por segunda vez.

En el año 2014, Evo consiguió una nueva reelección con el 60% de los votos y –haciendo uso de una ya manida (y cuestionable) estratagema legislativa– ha iniciado la campaña con un porcentaje cercano al 49%.

Silvia es parte de ese momento histórico, con un mérito adicional al de Evo Morales: es mujer. Y vale resaltarlo porque ha debido luchar contra el prejuicio y el determinismo de su propio pueblo que, al inicio, se resistía a verla liderando protestas y aupando la organización comunitaria en su natal Chapare. Pero su tesón y capacidad pudieron más.

A finales de los 80 se abrió espacios en el mundo sindical, como resultado de la represión que vivía la zona cocalera, cuando gobiernos entreguistas trabajaban de la mano con la DEA estadounidense (Administración para el Control de Drogas, por sus siglas en inglés) y se propusieron erradicar la hoja de coca en el país y amedrentar a los campesinos que la cultivaban, aun cuando no la procesaran y la consumieran en su estado natural, como lo habían hecho sus ancestros por cientos de años.

Bajo el lema de “coca sí, cocaína no”, Silvia lideró uno de los movimientos gremiales que llevaron al MAS a la Plaza Murillo (donde se ubican el Palacio Ejecutivo y el Palacio Legislativo), con Evo a la presidencia de la República y Silvia a la de la Asamblea Constituyente. Y fue desde ahí donde se comenzó a escribir una nueva historia para este pueblo sudamericano esforzado, sufrido y altivo, profundamente andino, o altiplánico para ser exactos, como me sugiere bonachona.

Pasado el medio día nos despedimos. Silvia me sorprende con un augurio fortísimo: me obsequia una Wiphala, esa bandera multicolor a cuadros que enarbolan los pueblos andinos y que muestra la diversidad en la igualdad. Este símbolo ancestral me cobijó por los caminos de su patria querida como bandera común, de esperanza e integración.

Diablo Kiteño
Por Bolivia en bici, 2015
Fotos propias y tomadas de Internet.

2018-04-05T01:11:25+00:00