//Superman vuelve… volando bajo

Superman vuelve… volando bajo

A propósito del estreno de Superman Returns

Superman es, sin lugar a dudas, el mayor de todos los superhéroes del siglo XX, el modelo a seguir, imitado y repetido mil y un veces desde su primera aparición en la revista Action Comics, en junio de 1938, pasando por la saga cinematográfica dirigida por Richard Donner a finales de los setenta, con la interpretación del inolvidable Christopher Reeve y su antagonista Gene Hackman en el papel de Lex Luthor, o las distintas versiones animadas, hasta series televisivas como Luisa y Clark: las nuevas aventuras de Superman en los noventa y Smallville en la actualidad.

Cuando Bryan Singer (X-men) se planteó hacer una nueva versión de Superman lamentablemente se dejó llevar por el fenómeno mediático que implicaba una súper producción como esa y se olvidó de casi todo lo demás. ¿Por qué? Porque el merchandising que ha desatado la película se sustenta en un filme con una trama innecesariamente retorcida, sin mayores novedades en cuanto a efectos especiales ni escenas memorables (aparte de Superman deteniendo un avión en pleno campo de béisbol); es más, parecería un compendio de varias de las situaciones más comunes de cualquier versión del superhéroe (el mismo avión en problemas, el rescate del auto o del barco), que atenúan a los efectos visuales y dejan al espectador con un mal sabor de boca al poder adelantarse con certeza al desenlace de cada secuencia o predecir con exactitud el momento de aparición de Superman, sus acciones, actitudes y hasta parlamentos.

Para esta nueva película, que intenta ciertos guiños para el espectador atento -y mayor de treinta años- como la aparición del extinto Marlon Brando en el personaje de Jor-El, que interpretó en la cinta original y al que accedemos gracias a tomas de archivo, o la utilización de una buena parte de la banda sonora original de John Williams, incluido el tema central, retocada con bastante acierto por John Ottman, los personajes han perdido el encanto de la saga setentera, cierta inocencia, a cambio de vidas atormentadas y una tristeza que raya en lo melodramático, desde que empieza hasta que termina la cinta.

Y como si eso fuera poco, se ha desvirtuado al máximo la dualidad de Clark Kent-Superman, elemento que la versión anterior hacía hincapié, mostrando a un periodista tímido y torpe, que pasaba desapercibido, en oposición diametral con el héroe -mérito de Reeve y de Donner-, para presentarnos -vicio contraído en las producciones televisivas y acentuado por la insulsa actuación de Brandon Routh- a un periodista del mismo porte y actitud, separado del héroe apenas por un churo y un par de lentes.

Por otro lado, Kevin Spacey no interpreta a Lex Luthor sino a Gene Hackman en el papel de Luthor: los mismos gestos y poses, como si al actor de American Beauty le hubieran mandado a imitar al laureado protagonista de The french connection, pero con un guión en el que el personaje ha perdido la picardía y el sarcasmo y se ha vuelto tan malo como cualquier villano; lo mismo sucede con la novia de Luthor, una copia al carbón de su homónima de hace treinta años.

Luisa Lane, por su parte, es una mujer con una moral bastante dudosa, que engaña a su esposo, a su hijo y al mismo Kent sobre la paternidad del niño, asunto que en la película no se toca y que, sin embargo, echa por tierra al personaje original; sin mencionar la inmensa distancia entre la interpretación de la actual Kate Bosworth y la de Margot Kidder, en la versión de 1978.

Si a eso le sumamos una serie de escenas inverosímiles, incluso para un transeúnte de Metrópolis, completaremos la propuesta: dos personas exactamente iguales a las que nadie reconoce, solo porque el uno lleva terno y el otro disfraz; una mujer que recibe un tremendo golpe de una compuerta metálica en la cabeza y que en la escena siguiente aparece como si nada; un superhéroe que se debilita al punto de ser aporreado por un cincuentón por el solo hecho de estar parado sobre una roca compuesta de kriptonita y que minutos después la levanta en peso hasta arrojarla al espacio. De seguro y usted habrá encontrado o encontrará más exageraciones.

Exageraciones y pretensiones, sutilezas ideológicas que estorban y quedan sobrantes: el superhéroe mira a la Tierra desde el espacio, como un dios a la distancia; luego de expulsar el pedrusco al espacio queda exhausto en pose de crucifixión antes de caer al asfalto; el mundo y la misma Luisa Lane se plantean la necesidad de un “superhombre”, un salvador que proteja a la humanidad, necesidad que se comprueba y afirma en la práctica a lo largo de la película.

Y para los que digan que Superman es una película para niños, de entretenimiento fácil y trama sencilla, que debe ser juzgada con benevolencia, basta recordar la espectacularidad de filmes como Batman (las de Burton, claro), Spiderman o Harry Potter, que van en la misma línea pero que explotan cada elemento visual, innovan en efectos especiales, construyen o recrean personajes con más condumio y no subestiman al público, al punto de presentar una versión que no termina de ser un mal remake y que, ventajosamente, se olvida apenas uno abandona la sala.

2017-10-04T15:43:31+00:00